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Cómo afectan las micotoxinas al intestino

Después de haber hablado con un gran número de médicos sobre casos de moho, puedo decir con certeza que los problemas intestinales son uno de los dilemas más comunes que experimentan los pacientes expuestos al moho. Así que hoy he pensado en hablar de cómo la exposición al moho puede provocar múltiples complicaciones relacionadas con el intestino. He recomendado pruebas de micotoxinas a cientos de médicos que estaban perplejos por los síntomas de sus pacientes; con los años, he empezado a notar ciertas “banderas rojas” en los resultados de las pruebas que apuntan a una enfermedad relacionada con las micotoxinas.

Tres signos que a menudo llamaban mi atención eran la disponibilidad de glutatión en el organismo, el estrés mitocondrial y los marcadores intestinales. En este artículo, abordaremos varias enfermedades intestinales diferentes que pueden surgir en respuesta al moho tóxico, incluyendo cómo la exposición a micotoxinas influye en la microbiota, la función del sistema inmunológico y la permeabilidad intestinal (con respecto a la absorción de nutrientes).

En las dos últimas décadas, la relación entre la exposición al moho/micotoxinas y las enfermedades crónicas se ha hecho cada vez más evidente. Los pacientes pueden entrar en contacto con micotoxinas de diversas fuentes, pero los dos culpables más comunes son los edificios dañados por el agua (que en realidad representan la mayoría de los casos de exposición a micotoxinas) y los alimentos. Ahora, en Estados Unidos, la industria alimentaria está fuertemente controlada por el USDA, lo que ayuda a evitar que la gente se exponga al moho transmitido por los alimentos (1) .

Sin embargo, en los países en desarrollo que no disponen de los recursos necesarios para una vigilancia exhaustiva, los alimentos pueden suponer un riesgo importante (2). Sin embargo, independientemente del punto de origen, las micotoxinas suelen entrar en el organismo del huésped a través de la boca (por inhalación o ingestión) o de la piel. Las micotoxinas pasan al torrente sanguíneo, donde son filtradas por el hígado, transferidas a la vesícula biliar y, finalmente, al intestino delgado. Por último, las micotoxinas se reabsorben de nuevo en el torrente sanguíneo a través de los transportadores de ácidos biliares (3). Esta recirculación continua a través del intestino amplifica el daño que las toxinas causan a su huésped.

La microbiota de nuestro organismo está presente en múltiples zonas diferentes, pero la mayor masa se encuentra en el interior del tracto gastrointestinal. El tracto gastrointestinal -es decir, el intestino- está formado por múltiples segmentos sinuosos, como el intestino delgado y el intestino grueso (también conocido como colon), y se extiende desde el estómago hasta el ano. El tracto gastrointestinal es más conocido por su función de descomponer los nutrientes en elementos más pequeños que el organismo puede utilizar para producir energía y crecer, pero esa no es ni mucho menos su única función: los intestinos también son fundamentales para regular el metabolismo, la salud inmunitaria y supervisar el equilibrio hídrico del organismo. (4).

Estas funciones son posibles gracias a los esfuerzos de la microbiota, un delicado sistema tan complejo que casi puede considerarse un órgano independiente que vive en simbiosis con el intestino (5). La microbiota intestinal está compuesta por muchos tipos diferentes de organismos, como bacterias, hongos y virus. Y dado que la microbiota intestinal modula una serie de moléculas a través de la metabolización y la conjugación (6), es lógico que la diversidad de bacterias intestinales se relacione con una mejor salud (7).

Uno de los muchos problemas causados por las micotoxinas es la alteración de la homeostasis de la microbiota. Un estudio demostró que la incubación de Ocratoxina A (OTA) con distinta microbiota hacía desaparecer todo el Lactobacillus reuteri(8). Esto es perjudicial porque el Lactobacillus reuteri tiene propiedades antiinflamatorias, inmunomoduladoras y puede ayudar a prevenir la diarrea(9, 10). La aflatoxina también disminuye la diversidad filogenética de la microbiota(11), una reducción que puede provocar cambios en la modulación hormonal, metabólica e inmunitaria.

Las micotoxinas tienen un efecto dramático en el sistema inmunitario, y éste, a su vez, tiene un efecto significativo en el intestino. Múltiples micotoxinas provocan una inhibición del sistema inmunitario, lo que permite la invasión de otros patógenos. La OTA provoca una inhibición de la proliferación de linfocitos T y B periféricos. También detiene la producción de interleucina 2 y sus receptores (12). Además, la OTA bloquea la producción de interferón en el organismo (13). Los estudios en animales han proporcionado otras pistas sobre cómo afectan las micotoxinas al organismo; por ejemplo, en los perros, la OTA disminuye el centro germinal del bazo y los ganglios linfáticos y reduce las células madre hematopoyéticas, lo que provoca una disminución del total de glóbulos blancos (14).

Mientras tanto, en ratones, la OTA provoca una reducción de las células CD4+ maduras (15). Todos estos cambios conducen a una disminución importante de la capacidad del organismo para combatir las infecciones. El sistema inmunitario debilitado de los pacientes expuestos al moho les predispone a desarrollar enfermedades entéricas (enfermedades del intestino). Este tipo de infecciones pueden manifestarse como diarrea, depresión, inflamación, problemas de metabolismo, dolor abdominal y otras complicaciones (16). También pueden invadir el organismo múltiples tipos de patógenos, como Clostridium (17), E. coli (18), Salmonella (19) y Candida (20).

Dado que el tracto gastrointestinal tiene una importancia tan crítica para muchas funciones diferentes del organismo, cuando resulta dañado por las micotoxinas, pueden producirse bastantes consecuencias. Uno de los tipos más críticos de alteración que puede producirse es el aumento de la permeabilidad intestinal, que puede dar lugar a un aumento de la inflamación, a la pérdida de absorción nutricional y a la translocación de bacterias (21, 22). Aunque todavía no se sabe exactamente cómo las micotoxinas provocan un aumento de la permeabilidad intestinal, los expertos en la materia tienen algunas ideas diferentes sobre por qué ocurre esto. Una teoría prominente sugiere que las micotoxinas pueden causar una inhibición de las proteínas de la unión estrecha (23). Otras causas propuestas son el estrés oxidativo inducido, el daño enterocítico (es decir, la lesión de las células de absorción intestinal) y la alteración del metabolismo de los esfingolípidos (24-26). Al fin y al cabo, todos estos cambios pueden provocar desviaciones drásticas en el organismo que, en última instancia, se traducen en un retraso del crecimiento (véase la figura 1 de Smith et al).

En resumen: la interacción de las micotoxinas con los intestinos puede provocar una gran variedad de problemas. Y estos problemas pueden provocar un aumento de la inflamación, coinfecciones, problemas metabólicos, trastornos digestivos y alteraciones en la absorción de nutrientes. Por lo tanto, cuando un paciente está expuesto al moho y participa en un programa de desintoxicación… ¡ese programa DEBE incluir esfuerzos reales para arreglar su intestino!

1. S. H. Park, D. Kim, J. Kim, Y. Moon, Effects of Mycotoxins on mucosal microbial infection and related pathogenesis. Toxins (Basilea) 7, 4484-4502 (2015).

2. L. E. Smith, R. J. Stoltzfus, A. Prendergast, Food chain mycotoxin exposure, gut health, and impaired growth: a conceptual framework. Adv Nutr 3, 526-531 (2012).

3. Z. Zhang et al., A systematic review of plant-conjugated masked mycotoxins: Ocurrencia, toxicología y metabolismo. Crit Rev Food Sci Nutr 60, 1523-1537 (2020).

4. N. Menche, Biologie Anatomie Physiologie, (Elseveier, Múnich, 2012).

5. A. M. O’Hara, F. Shanahan, La flora intestinal como órgano olvidado. EMBO Rep 7, 688-693 (2006).

6. A. Visconti et al., Interacción entre el microbioma intestinal humano y el metabolismo del huésped. Nat Commun 10, 4505 (2019).

7. A. Mosca, M. Leclerc, J. P. Hugot, Gut Microbiota Diversity and Human Diseases: ¿Deberíamos reintroducir depredadores clave en nuestro ecosistema? Front Microbiol 7, 455 (2016).

8. M. Ouethrani et al., Metabolic fate of ochratoxin A as a coffee contaminant in a dynamic simulator of the human colon. Food Chem 141, 3291-3300 (2013).

9. L. M. Rocha-Ramirez et al., Probiotic Lactobacillus Strains Stimulate the Inflammatory Response and Activate Human Macrophages. J Immunol Res 2017, 4607491 (2017).

10. K. J. Li et al., La disbiosis del microbioma del tracto respiratorio inferior se asocia con la inflamación y la variedad de la función microbiana. Respir Res 20, 272 (2019).

11. J. Wang, L. Tang, T. C. Glenn, J. S. Wang, Aflatoxin B1 Induced Compositional Changes in Gut Microbial Communities of Male F344 Rats. Toxicol Sci 150, 54-63 (2016).

12. T. Lea, K. Steien, F. C. Stormer, Mechanism of ochratoxin A-induced immunosuppression. Mycopathologia 107, 153-159 (1989).

13. A. Pfohl-Leszkowicz et al., New molecular and field evidences for the implication of mycotoxins but not aristolochic acid in human nephropathy and urinary tract tumor. Mol Nutr Food Res 51, 1131-1146 (2007).

14. G. A. Boorman et al., Myelotoxicity and macrophage alteration in mice exposed to ochratoxin A. Toxicol Appl Pharmacol 72, 304-312 (1984).

15. A. Thuvander, E. Funseth, A. Breitholtz-Emanuelsson, I. P. Hallen, A. Oskarsson, Effects of ochratoxin A on the rat immune system after perinatal exposure. Nat Toxins 4, 141-147 (1996).

16. S. G. Cheung et al., Revisión sistemática de la microbiota intestinal y la depresión mayor. Front Psychiatry 10, 34 (2019).

17. G. Antonissen et al., The mycotoxin deoxynivalenol predisposes for the development of Clostridium perfringens-induced necrotic enteritis in broiler chickens. PLoS One 9, e108775 (2014).

18. A. Kumar et al., Pathological changes in broiler chickens fed ochratoxin A and inoculated with Escherichia coli. Avian Pathol 33, 413-417 (2004).

19. J. H. Tai, J. J. Pestka, Impaired murine resistance to Salmonella typhimurium following oral exposure to the trichothecene T-2 toxin. Food Chem Toxicol 26, 691-698 (1988).

20. P. B. Hamilton, J. R. Harris, Interaction of aflatoxicosis with Candida albicans infections and other stresses in chickens. Poult Sci 50, 906-912 (1971).

21. D. I. Campbell, M. Elia, P. G. Lunn, Growth faltering in rural Gambian infants is associated with impaired small intestinal barrier function, leading to endotoxemia and systemic inflammation. J Nutr 133, 1332-1338 (2003).

22. J. R. Kelly et al., Rompiendo barreras: el microbioma intestinal, la permeabilidad intestinal y los trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés. Front Cell Neurosci 9, 392 (2015).

23. J. McLaughlin, P. J. Padfield, J. P. Burt, C. A. O’Neill, Ochratoxin A increases permeability through tight junctions by removal of specific claudin isoforms. Am J Physiol Cell Physiol 287, C1412-1417 (2004).

24. S. Bouhet, E. Le Dorze, S. Peres, J. M. Fairbrother, I. P. Oswald, Mycotoxin fumonisin B1 selectively down-regulates the basal IL-8 expression in pig intestine: in vivo and in vitro studies. Food Chem Toxicol 44, 1768-1773 (2006).

25. Y. M. Abdulrazzaq, N. Osman, A. Ibrahim, Fetal exposure to aflatoxins in the United Arab Emirates. Ann Trop Pediatr 22, 3-9 (2002).26. G. Anderson, M. Seo, M. Berk, A. F. Carvalho, M. Maes, Gut Permeability and Microbiota in Parkinson’s Disease: Role of Depression, Tryptophan Catabolites, Oxidative and Nitrosative Stress and Melatonergic Pathways. Curr PharmDes22, 6142-6151 (2016).